Comenzamos nuestro último día completo en Astypalea con el acostumbrado desayuno frente a la playa en el café Anax. Sí, nos volvió a atender con maneras poco griegas el joven camarero, empeñándose en no intercambiar ni una palabra en griego. Qué cosas. Después lo comentamos con el padre, que atendía dentro y sí habló gustosamente en su idioma, y sacó la conclusión lógica entre los mayores: “Es que estos jóvenes…”.
Luego decidimos acercarnos a la parte más lejana de la isla, en busca de un golfo profundo en la parte norte, que nos intrigaba por su forma, y no tanto por su nombre, tan evidente: Vathy, que significa ‘profundo’. Hacia allá nos dirigimos, pero por el camino nos fue imposible resistirnos a la tentación de tanta cala azul y transparente. En una de ellas, paramos y nos dimos un baño mediterráneo, que nos sirvió de refresco y contento.
El golfo de Vathy está ciertamente lejos, si no físicamente sí en el plano mental. Varios kilómetros antes de llegar se acaba la carretera asfaltada y comienza un camino de tierra que va perdiendo comodidad según se acerca uno. El terreno se vuelve aún más árido y el camino más estrecho. Al final, se encuentra uno con dos casas, un pequeño muelle de cemento y una taberna tradicional, pintada en intensos azul y blanco y con mesas cubiertas con manteles de hule. Atractivo como experiencia debe de ser, pero nosotros no nos quedamos.
En su lugar, decidimos ir a una de las playas de la isla, volviendo sobre nuestros pasos. Se trata de la de Skinondas. Es un lugar fantástico, con todas las bellezas de las buenas playas griegas, empezando por el agua, y siguiendo con la atención en las hamacas y sombrillas disponibles. Y por supuesto, la imprescindible taberna con buena comida muy cerca.
La situada en la playa de Skinondas se llama, obviamente Skinos, nombre que hace referencia a un arbusto abundante en la zona: el lentisco. El local es amplio y colorido, y la comida tiene una estupenda calidad. El almuerzo, aderezado con un magnífico servicio, se convirtió así en una ocasión para un gran rato de disfrute y conversación.
A la caída de la tarde volvimos a la Hora de Astypalea, disfrutando con el paisaje marino y terrestre salpicado de capillas, y esta vez nos tomamos el cóctel en el interior del Athelas, porque fuera el viento hacía demasiado desagradable el sentarse. Pero la calidad del dry martini no decayó. La cena la resolvimos en un popularísimo local de comida rápida, con gyros, loukánikos y otros platos realmente baratos de parrilla. ¡Y muy buenos!
Al día siguiente nos despediríamos de nuestros amigos, que volvían sus pasos hacia España, mientras que nosotros pasaríamos la mañana en la playita de la capital y, ya por la tarde, saldríamos zarparíamos en nuestro querido ‘Blue Star’ hacia otro destino, en el que nos esperaban amigos nuevos: la isla de Donousa, que forma parte de las llamadas Pequeñas Cícladas. o Mikrés Kyklades. Pero eso queda para otro capítulo.