El último día, el sombrero de papel acabó arrugado y en una papelera del aeropuerto de Mykonos. Era el 8 de octubre de 2024 y estábamos a solo unos minutos de acabar un viaje de 38 días por tierras, y mares, griegos. El sombrero me había acompañado durante toda la estancia: lo compré en Quíos el primer día, y lo soltaba ahora, manchado de sudor y con restos de la crema solar protectora, en esa papelera.
Y aquí estamos de vuelta, apenas regresados. Ha sido más de un mes de conocimientos y de algún reencuentro, de un periplo diseñado por Penélope con dos o tres premisas, la de visitar el restaurado palacio de Filipo en Aegae, al ladito de Vergina, y la de conocer las cercanías del Monte Athos, en Ouranópolis y la isla de enfrente, Ammoulianí. Todo ello, alimentado por el empeño renovado de conocer todas las islas griegas. Las habitadas, por supuesto. Y que debía tener, como siempre, el final en Mykonos.
Aún tenemos en nuestras retinas, y en ese rincón del alma donde queda lo bueno, las sorpresas y descubrimientos de este viaje: el vivir ajeno al turismo de Inousses, cuna de grandes navieros y marinos; la hospitalidad sin artificios de Psara, sus playas y su puerto; el aroma a mastiha de Quíos; el misticismo que impregna a los grupos de hombres peregrinos al Monte Athos, la imagen de sus monasterios desde el mar, demasiado lejos pero aun así impresionantes; las tormentas sobre Keramoti y sobre Ammouliani; el peso de la Historia en los mismos lugares que pisaron Filipo y Alejandro el Grande, los grandes reyes macedónicos, y donde reposaron sus huesos y los de sus contemporáneos, y la hospitalidad singular de Angelika; la inmensa masa verde de Tassos, regada de piedras milenarias, con el inesperado tamaño de los barcos que nos acercaron a ella; la sorpresa repetida de las Cícladas, algunas de ellas desconocidas, Kythnos y su calma, Tinos y su Virgen Evangelistria, sus pueblos laberínticos, el reencuentro glorioso con Sifnos…

La capilla Taxiarhis, en la bahía de Vathy, isla de Sifnos.
Y Mikonos, que nos regaló, además del abrazo con los amigos de siempre, un encuentro inesperado con paisanos gaditanos y el abrazo con los amigos de siempre.
Y todo eso será contado, aunque solo los dioses saben cuándo… dado el ritmo de publicaciones que llevamos en este perezoso blog.