En el curso de uno de los viajes más intensos, agitados y gozosos de nuestra vida, hace ya más de 10 años, pasamos junto a Skorpios, la mítica residencia de los Onassis, su isla particular, la que había vivido las pasiones, intrigas y amoríos del magnate griego, la isla donde se casó y bañó su cuerpo Jacqueline la viuda de Kennedy y esposa del armador, y donde fue tan desgraciada Christina porque tenía un destino de desgraciada. En ese viaje, estuvimos a unos metros de la nieta del naviero de las gafas oscuras y el poder inmenso que llegó a ser el hombre más rico del mundo. Fue en el puerto de Nidrí, en la isla de Lefkada, frente a Skorpios y donde los lugareños descubrían aquella noche una estatua en honor de Aristóteles Onassis. Su única descendiente, Athina, estaba allí. Fue una noche de fiesta y de sorpresa para nosotros, que llegamos después de una larga e incierta peripecia, con banda de música y todo.
A la mañana siguiente, en nuestro camino hacia Itaca a bordo del ‘Capitán Aristides’, el barco pasó muy cerca de Skorpios, pero sólo pudimos adivinar en lontananza lo que fue en sus tiempos la imagen del lujo: un paraíso verde en las Jónicas y con playas a disposición de una familia que había hecho correr ríos de tinta en todos los periódicos y revistas del mundo. Skorpios recibió a estadistas y multimillonarios en aquellos años 60 y 70, y en mi recuerdo infanitl aparece siempre un montón de gente sonriente, bronceada y con gafas de sol cuando este artilugio protector era solo una excentricidad de revista, y para nosotros niños no existía más defensa contra la fuerza del astro rey que achinar los ojos todo lo posible y combatir así el intenso reflejo en las fachadas de cal, en aquella calle empedrada con grandes chinos y acerada con losas de Tarifa, y en las explayadas azoteas.
Y Skorpios (ya veis aquí: http://www.abc.es/estilo/gente/20130417/abci-rica-heredera-skorpios-201304171205.html ) acaba de ser comprada por la hija de un magnate ruso. Signo de los tiempos: al glamour de Jackie, ex primera dama de Estados Unidos, y Maria Callas, la diva de la ópera y verdadero gran amor de Aris, le sucede ahora el exhibicionismo de los nuevos ricos. Las resonancias mafiosas de ambos orígenes seguramente tienen un fondo común y parecido, pero la presentación al gran público es considerablemente más hortera. Entre Ekaterina Rybolovleva, hija de Dmitry Ribolovlev, y Athina nieta de Onassis hay una diferencia de aspecto notable, pero quizá no habría que escarbar mucho para ver la gran semejanza entre las dos grandes injusticias que cimentaron su fortuna.